Imagen de cabecera: NASA

La escuela Pitagórica consideraba que la distancia entre los planetas era proporcional a los intervalos en las notas musicales y hablaban de la armonía de las esferas que contenían a los planetas.

Texto y fotos: Manuel Jiménez Cepero

Y al igual que las vibraciones de una cuerda producen notas musicales, los planetas con su movimiento también producían notas musicales diferentes para cada uno de ellos. Aunque hubo algunos filósofos detractores de que los planetas producían sonidos armónicos, como Aristóteles, la mayoría de los filósofos posteriores apoyaron la idea pitagórica. En el siglo VI, Boecio (San Severino Boecio) en su libro «De institutione música» —que se convirtió en el tratado de referencia musical durante toda la alta edad media— establece tres tipos de música: Música mundana (armonía de las esferas), música humana (armonía interior del alma) y música instrumental (la que producen los instrumentos).

Por su parte Kepler, en su obra “Harmonice Mundi”, establece que cada planeta emite una nota musical dependiendo de su velocidad y además una voz más aguda para los planetas que viajan más rápidos, y más grave para los que van más lentos: Mercurio es soprano mientras que Júpiter y Saturno son barítonos.

Todo esto quedó como algo anecdótico cuando se supo que el sonido necesita un medio material para propagarse. Sin embargo, un estudio realizado por la Universidad de Granada y el Instituto Andaluz de Astrofísica, ha renacido la idea de la música celestial. Los movimientos convectivos de los gases en el interior de una estrella producen terremotos en la superficie de la estrella que la hacen oscilar. Estas oscilaciones producen pequeños cambios de brillo y ruido que se propaga por la estrella. Las estrellas no están calladas, cantan, aunque probablemente desafinen. Esos pequeños cambios de brillo no se podían detectar desde la Tierra, pero con los telescopios espaciales si se puede. El telescopio espacial Kepler ha estudiado medio millar de estrellas y sus pequeños cambios de brillo.

Con esos datos los investigadores andaluces han encontrado una asociación entre los cambios de brillo y el ruido de las ondas sísmicas de las estrellas. El estudio de las variaciones de las ondas sísmicas (la música de cada estrella) les ha permitido encontrar diferencias de composición entre las estrellas estudiadas. Ha surgido así, un nuevo campo de estudio en astronomía que se llama astrosismología.