La Vía Lácea desde el Puerto de las Palomas, Cádiz.

La tradición nos cuenta cómo surge en el cielo nocturno la Vía Láctea

Texto e imagen: Francisco José Casado

Por la succión del neonato Hércules y una triquiñuela de Hermes a cuento de la inmortalidad de un bastardo de Zeus, para lo que era necesario mamar de Hera. O como las estrellas se alinean sobre el 25 de Julio, para mostrar a los peregrinos el lugar donde reposan los restos del Santo Santiago. O como cuentan los nativos americanos, unos ancianos a los que una loba saqueaba la despensa.

¡Qué quede claro! Ni un mamón superdotado y la teta desbocada de Heras, ni el cadáver de un apóstol marcando un camino para ser visitado, ni una loba derramando el maíz recién robado.

La Vía Láctea debe su forma a la colisión de nuestra galaxia, hace unos 10.000 millones de años, con Gaia-Enceladus, unas cuatro veces más pequeñas y con menos metal que la primigenia Vía Láctea.

Esto es lo que deduce la investigación de Carme Gallart del IAC, tras el análisis de los datos de la Sonda Europea de la Misión Gaia. Una vez analizada la metalicidad de las estrellas que componen nuestra galaxia, se llega a la conclusión de la existencia de dos fuentes estelares diferentes, por lo que el aspecto actual y su forma, desde nuestra perspectiva, es fruto de este impacto y sus interacciones gravitatorias.